Hay una época en la vida de toda mamá que la única profesión que conoce dentro de un hospital, es la de pediatra.

Después de nueve meses de relación íntima con el ginecólogo, al que visitas durante esa etapa más que a tu mejor amiga y prestas más atención a cada uno de sus gestos o palabras que a las de tu propia madre, que llega el «todo para ellos».

Si vas a comprar ropa, es para ellos.
Si vas a la farmacia, es para ellos.
Si tienes algo de tiempo libre, es para ellos.
Y por supuesto, si vas a una consulta, es para ellos.

Pediatra

El pediatra pasa a ser ahora tu amigo, consejero y casi vecino, a juzgar por las horas que pasas allí en la sala de espera.

Vacunas, catarros, dudas… todo se soluciona con allí, en la consulta del pediatra.

Pero llega un momento en el que las vacunas ya no son tan frecuentes y en el que sabes que el dalsy o el apiretal solucionan casi todo, así que suspiras pensando la de tiempo que te ahorras en llamadas de teléfono para pedir citas, en las salas de espera o en las consultas y posteriores visitas a la farmacia.

Es ahí cuando aparece en tu vida, otro personaje: el dentista.

Dentista Niños

Desde que nacen, nos insiten en que les limpiemos los dientes con una gasita después del biberón, o en que cepillemos sus primeras muelas con cuidado y un poco de agua.
No conozco aú a una madre que cuando el bebé termina el biberón, se arriesgue a un llanto más por limpiarle los dientes.

En mi caso, como siempre han sido grandes bebedores de agua después de las comidas, creo que no ha hecho falta hasta que por fín han dejado de ser bebés (no lo digo yo, lo dicen las compañías aereas que consideran que una niña de tres años no es un bebé y tiene que pagar un asiento…).

Dentista Niños

Pero llega el día en el que ya es indispensable cepillarles los dientes.
Yo estoy inmersa en la época del doble cepillado, es decir, se los cepillan ellos cada mañana y cada noche pero a continuación se los cepillo yo, porque no lo hacen aún bien del todo.

Dentista Niños

No os quiero ni contar lo que supone levantarse tarde, engullir el desayuno, poner los uniformes, y cuando ya te das cuenta de que llegas tarde, tardísimo al cole, empezar el doble cepillado de dientes que dura muchíimo más de lo que yo desearía…-

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