“La queja es una falta de respeto a la vida”.

Ayer, hablando con un amigo volví a recordar esta frase y cada día me gusta más.
Los que me conocéis, sabéis que jamás me quejo. Nunca.

Mi vida es una sucesión de partidas que intento jugar con las cartas que tengo, las que me tocan.

Me esfuerzo, le doy vueltas y vueltas a la cabeza (y al hacerlo me enredo yo sola) para hacerlo lo mejor posible.

Muchas veces gano.
Muchas veces no.
Y las dos cosas me van convirtiendo en mejor jugadora.

Si gano, no pierdo demasiado tiempo en celebrarlo y, pese a que sé que es un error, pido cartas de nuevo, ansiosa por ver cómo será la siguiente partida.

Si pierdo, me detengo. A veces hasta lloro. Pero no se puede perder en vano. De cada error, cada derrota, cada metedura de pata, tengo que sacar algo bueno (una enseñanza, una lección, o unas risas…lo que sea).

A veces una partida se alarga y crees que es imposible ganar… pero a medida que el tiempo avanza, te recuerda que cada una de esas jugadas, cada uno de esos movimientos, contaba y era importante para el resultado final.

Llevo muchos meses jugando partidas sin parar. Pidiendo cartas y disfrutando de cada partida.
Pero también estaba librando batallas conmigo misma de las que no lograba salir.
Hoy me he dado cuenta de que todo era parte del camino y sin saberlo, iba avanzando y mucho más de lo que creía 😊.

Así que vuelvo a repetirme eso de que “quejarse es una falta de respeto a la vida”, miro mis cartas y me doy cuenta de que, en esta partida de mus que es la vida, llevo pares y juego 😉.

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