Siempre me he considerado una mamá 2.0. Después de tantos años trabajando en, por y para Internet, no solo, no me asusta la tecnología, sino que creo que he sabido discernir entre lo que es útil y lo que puede ser más nocivo en lo que a su relación con los niños se refiere.

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Sin embargo, en los últimos dos años me asusta lo deprisa que llegan los avances a nuestros propios smartphones y creo que no estamos preparados mentalmente para hacerles frente.

Yo, que hacía la compra online en 2001 cuando la mayoría de mis amigas consideraban una locura introducir los datos de mi tarjeta de crédito en un formulario, ahora soy la más cauta a la hora de aceptar las condiciones de cualquier aplicación.

Me explico: cada vez hay más desarrolladores de apps y cada día se lanzan al mercado cientos de aplicaciones destinadas a hacernos la vida más fácil. El problema es que aceptamos cualquier cosa a cambio de descargarlas gratis y creo que ahí está (y estará) nuestro problema de seguridad más inmediato.

¿Tienes sentido que para descargarte una app que hace de linterna, tengamos que dar permiso a que accedan a nuestras fotos? No. Ninguno. Pero nos hemos acostumbrado a una inmediatez y a un «lo necesito ya» que nos vuelve vulnerables a cualquier exigencia que nos quieran poner, casi sin que nos demos cuenta.

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Poco a poco somos conscientes de que nuestros datos, los que dejamos online, se acabarán cruzando y será fácil saber todo sobre nosotros: el nombre de nuestros hijos, los lugares que frecuentamos, donde estamos en vacaciones, el colegios al que llevamos a los niños… pero es ahora cuando debemos de ser cautos y no dar más información de la necesaria… y menos, hacerlo gratuitamente.

Cuando se habla de niños, los problemas de seguridad vienen en los dos sentidos, no solo en lo que a lanzar datos al ciberespacio se refiere, sino además, en la información que ellos reciben de él.

Conozco a muchas madres, con hijos de todas las edades, que se debaten entre comprar o no un smartphone a sus hijos y el argumento es siempre el mismo.

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Por una lado, a los padres nos da seguridad que un niño tenga a mano un móvil y pueda aprovechar las ventajas de la tecnología para su seguridad: llamar a casa, solucionar un problema… e incluso familiarizarse con una realidad de la que no van a poder escapar, queramos o no. Y de la que yo, no quiero que escapen.

Por otro, creemos que es una barbaridad darles acceso, a tan temprana edad, a ese universo infinito donde pueden acceder a cualquier cosa. Y eso, puede ser maravilloso o no, dependiendo de la edad, como todo.

Mis niños aún son pequeños (6 y 8 años) y considero que no solo no es malo que accedan a la tecnología con naturalidad sino que me gusta que lo hagan, siempre con sentido común, como cualquier otra cosa.

Tuve la gran suerte de crecer en un ambiente donde la tecnología siempre estuvo presente, gracias al trabajo de mi padre en una gran multinacional como IBM. Crecí con máquinas enormes donde solo podías escribir comandos como LET, INPUT, PRINT, IF, GOTO…,, la capacidad del disco duro se medía en kb, y aún recuerdo el día en el que cenando mi padre nos habló de que lo próximo que veríamos sería «el multimedia» y todos abrimos nuestros pequeños ojos imaginando que aquellas máquinas emitirían sonidos algún día. Aún guardo con cariño mi primer portátil Thinkpad con Windows 3.1,  y la mejor decisión que he tomado en mi vida fue aprender a programar.

Así que creo que no soy susceptible de parecer alguien a quien le asuste en absoluto la tecnología, pero en cambio, sí soy cauta a la hora de proteger mi intimidad y la de los míos.

Hoy en día, en esta familia, por suerte o por desgracia, hay más dispositivos de los que un niño puede soñar pero, al igual que la televisión, utilizados con cabeza, pueden ser una gran oportunidad.

Intento enseñarles a vivir, a tener cuidado y a disfrutar, y ello implica hacerlo en la calle, en casa y en la red.

Creo que todo pasa por el control, por conjugar libertad y responsabilidad, y por limitar algunos peligros, al igual que lo hacemos en el mundo real… o espera… ¿acaso internet no es el mundo real?

2 Comments

  • Me he sentido muy identificada con la reflexión y todo lo que dices, creo que hay que controlar el uso de la tecnología en nuestros hijos. Ya que se pierden los valores de cuando se jugaba en la calle, la relación con otros niños y hacer amigos.

  • Estamos de acuerdo en que todo pasa por el control, y enseñar a los niños la responsabilidad de lo que hacen, así como confiar en los adultos ante cualquier poblema que pueda surgir. Es inevitable ya el acceso a todas las tecnologías nos guste o no.

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