31 de agosto.
Una fecha para inmortalizar en el calendario.
Una mezcla de pena y emoción se apodera de mi un año más.
Por un lado acaban las vacaciones, los baños en el mar, los viajes con los niños y las siestas eternas… Por otro, el cuerpo me pide un montón de cosas que acaban en «dad»: tranquilidad, normalidad, serenidad y en cierto modo, volver a la rutina.
En verano soy una mezcla entre una severa institutriz británica y la madre más hippie del planeta.
Intento que no se relajen y al estar todo el dia juntos, o pongo orden cual sheriff del condado o se me revolucionan y se suben a las barbas, y luego a ver quien los baja.
Por otro lado, no cumplo ni un horario.
Uno se levanta cuando se lo pide el cuerpo.
Las siestas son tardías porque soy incapaz de renunciar a esas dos horas sin niños así que con tal de descansar, me da igual la hora.
Las comidas, al volver de la playa.
Dentro de lo razonable, intento ser flexible y no pasarme el verano amargada y estresada con los horarios.
Pero llega el dia de volver a la normalidad y los horarios escolares me obligan a una adaptación acelerada a la vida normal y a las buenas costumbres.
No sé cómo lo haré, la verdad.
Intentaré que cada dia se acuesten un poco antes aunque para ello tenga que sacrificar su siesta y mis dos horas de tranquilidad y un año más me daré cuenta de que los niños se adaptan a todo mucho mejor de lo que lo hacemos los mayores.
Os dejo con algunos consejos fáciles para hacer más llevadera la vuelta al cole:
Despertarse antes: Esto lo sé. Deberíamos intentar que los niños fueran adelantando su hora de despertarse. Así el primer día de cole les costaría menos.
Si además de separarse de nosotros, van cansados y con sueño, sólo conseguiremos que sufran más.
Adelantar la hora de las cenas para que se acuesten a una hora razonable y sea más fácil que madruguen un poquito.
No improvisar ni dejar los últimos preparativos para la noche anterior.
Mejor ir preparándolo con ellos durante la semana anterior para que vayan poco a poco mentalizándose.
Ir a comprar la mochila, los libros, el uniforme sin prisas y de forma divertida, hará que vea la experiencia como muy positiva.
Rutina, rutina, rutina: Intentar que los últimos días de vacaciones llevemos rutinas.
No se trata de ponerles a leer, pero sí que los horarios sean idénticos cada día y se adapten poco a poco a las normas.
Activarse poco a poco: las vacaciones, queramos o no, tienen periodos sedentarios, horas viendo la tele,videojuegos,… Empezar a moverse, a dar paseos, hará que los niños se adapten mejor a las largas jornadas escolares.
La activación también deberá ser mental: leer, pintar… todo lo que les ayude a entrar en contacto con las actividades del cole… por supuesto, sin pasarse.
Ver la vuelta al cole como algo positivo: mostrarle al niño que es una suerte poder ver a sus amigos, jugar, aprender a hacer cosas… jamás nombres nada negativo del colegio ni les hagas ver que te da pena que empiece el colegio.
Acompáñale y vete a recogerlo: eso le hará sentir seguro.
Otros niños: Otros niños, primos, amigos, vecinos,… pueden ser los que más ayuden a tu hijo.
Hablar con otros niños del cole, de que ellos también irán, de lo que les guste puede ser el mejor incentivo.
Si además tienes ocasión de hacerle ver algunos dibujos o libros en el que algún personaje va al colegio, también le hará comprender que es «lo normal».
Pero recordad que siempre, siempre, siempre… el peor día es el segundo día de cole.
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