Ayer mi hijo de 7 años me dio una lección y no me da ninguna vergüenza reconocerlo.
Normalmente soy de esas madres que esperan a que las profes nos vayan pidiendo las cosas antes de ponerme a comprar sin ton ni son. Pero este año, le hacía mucha ilusión un estuche de dos pisos de cremalleras de Star Wars y, debido a una mezcla de sentimientos (pena por el comienzo del cole, y de premiar lo buenísimo que ha sido este verano), se lo compré.
Cómo es lógico, el estuche viene con lápices, goma, sacapuntas, regla, rotuladores… así que cuando la profe comenzó a repartir el material escolar, él dijo que no necesitaba.
Mi primera reacción fue decirle que le pidiera a la profe los lápices, la goma y todo lo que el colegio me factura a final de mes, y lo de dentro del estuche lo guardaríamos en casa para cuando hiciera falta.
Con la inocencia típica de un niño de su edad, se extrañaba de mi respuesta.
– Pero mamá… Si ya tengo un lápiz… ¿por qué voy a pedir otro?
Me callé de inmediato. Tenía toda la razón o, al menos, había que dársela.
Vinieron a mi mente todas esas ocasiones en las que mis fieras me piden algo y yo les contesto con el consabido «No te hace falta», «Ya tienes otro», etc…
Soy consciente de que estoy pagando dos veces por el material escolar, pero creo que en este caso, creo que es más importante la lección que se desprende que el dinero que gastemos.
… Y por supuesto me quejaré, como buena madre, cuando los pierda, tenga que comprar unos nuevos y además pagar los que no le han dado en el cole, eso por supuesto, no os quepa la menor duda ;-)-