Cuando te dicen que vas a tener una niña, lo primero que piensas es en llenarla de lazos, comprar cosas rosas y salir disparada a por todos esos vestidos que mirabas de reojo cuando ibas a comprar ropa de niño.

Después descubres que las niñas, además de ser más complicadas en lo que a carácter se refiere, te suponen un quebradero de cabeza (como si una no tuviera ya bastantes) a la hora de vestirse.

Por alguna extraña razón que os aseguro que no es genética, mi pequeñina tiene ciertas preferencias y exigencias en lo que a moda se refiere.

Cuando esto te lo cuenta otra madre, rápidamente piensas que la culpa es de esa madre demasiado tolerante, que no ha sabido frenar sus caprichos y que debería de imponerse más. Pero cuando te pasa a ti, te das cuenta de que debe existir un gen extraño por el que las niñas (no todas pero sí la mía) saben perfectamente qué ropa les gusta y cual no.

Y entonces piensas que no puedes dejar que decida una niña tan pequeña y eliges tú la ropa que más te gusta.

Pero llega el día a día, y cada vez que abres el armario surge el problema porque «eso» no le gusta o «eso» me da calor, o «yo quiero un vestido como el de mi amiga fulanita»…

Y entonces decides ser práctica y dejar que la próxima vez elija ella (siempre guiando su elección pero que crea que la idea es suya…) y la vida sea más fácil para todos…

(Ojo, hablo de dejar que elija el estampado o el modelo, no el tipo de prenda, claro está. O acabaríamos con el armario lleno de faldas de tul…)

Este año, tengo que reconocer que los gustos de mi pequeña Kate Moss (apodo que le he puesto a esta rubita y delgadísima rebelde que tengo por hija…) van bastante acordes con la propuesta de Zara con un toque punk mezclado con prendas más clásicas.

Así que creo, que al menos esta temporada, lo tendré un poquito más fácil.

Decidme que no soy la única…

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