Creo que el espíritu de la Navidad ha invadido hasta la última célula de mi cuerpo… solo así se explica que sienta una alegría, un tanto exagerada, ante la llegada de las, siempre temidas, vacaciones de Navidad.
Pensar en tener en casa a mis pequeñas fieras las 24 horas del día, debería provocarme auténtico terror y, sin embargo, me apetece pasar el día con ellos, aguantar sus peleas, sus montañas de juguetes sin recoger, luchar con la pequeñina para que coma, pelear con el mayor para que no pase demasiadas horas ante una pantalla…
Os aseguro que tengo que trabajar, quiero escribir en mis blogs, organizar reuniones, comidas y cenas familiares, y no será fácil madrugar, acostarnos tarde, llevarlos conmigo al supermercado o soportar los infinitos «mamá mira…«, «me ha pegado» o «cuanto falta para…» pero la verdad es que me apetece estar con ellos más que nunca…
Así que estas Navidades voy a intentar mantener la calma y dejar que estas ganas de achucharlos, de tumbarnos a ver una peli juntos, de ensuciar la cocina haciendo galletas navideñas o de cantar, bailar y hacer el tonto juntos, me duren hasta el 8 de enero… fecha en la que repetiré mi famoso «bendito colegio»…